jueves, 24 de junio de 2010

Domingo XIII del tiempo ordinario - Lc 9,51-62

En muchas ocasiones Jesús y su mensaje no es aceptado no tanto por rechazo directo de su persona y de su predicación si no por el «envoltorio» con el que llega a los destinatarios. Los samaritanos –en el evangelio que meditamos hoy– no proporcionan alojamiento a Jesús y a sus discípulos, pero la razón es que van a Jerusalén, para las fiestas, unas conmemoraciones que recordaban heridas abiertas y no cerradas entre samaritanos y judíos. Los discípulos se sienten atacados y su reacción es violenta, y buscan la complicidad de Jesús en su reacción tan poco «cristiana». Jesús, lógicamente, les recrimina esa actitud enfrentada con su propuesta de amor y de acogida a todos.

También en la actualidad cuántos no aceptan a Jesús, les produce «alergia» todo lo que suene a religiosidad y más si es cristiana, si es católica. ¿Pero realmente detrás de estas reacciones hay un rechazo auténtico de Jesús y de su mensaje? Estoy convencido que muchas de estas reacciones responden al «envoltorio»: a malas experiencias con personas religiosas; a informaciones deformadas de la realidad religiosa; a un escaso o nulo testimonio cristiano de muchos de los seguidores de Jesús...

Nuestra reacción no puede ser en la misma línea, no debemos, no podemos adoptar actitudes violentas o agresivas: no responden a un auténtico seguidor de Jesús. La historia enseña que con el tiempo un gran número de samaritanos se convirtieron en cristianos; pero no fueron las actitudes antes mencionadas las que lo consiguieron.

1 comentario:

  1. Vivimos unos momentos eclesiales en que el "envoltorio" dificulta mucho el que llegue a la gente el mensaje de Jesús.
    Son tiempos de purificación y espero que nos conduzca a una primavera del Espíritu

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