jueves, 14 de enero de 2010

Domingo II tiempo ordinario - Jn 2,1-11


El evangelio de Juan inicia, con la narración que leemos – escuchamos hoy, su colección de siete «signos» que conforman su obra: el número 7 es el símbolo de la plenitud. El evangelista prefiere hablar de «signos» y no de «milagros» Lo importante es el sentido profundo de los gestos de Jesús, no tanto las acciones extraordinarias.

De los personajes que aparecen en el relato sobresale, junto con Jesús, la «madre de Jesús» El narrador nos la presenta dialogando primero con su hijo y después con los sirvientes. Sólo dos frases en su boca, pero de un contenido admirable: «No les queda vino»; «haced lo que Él os diga»

La primera nos revela su exquisita preocupación por las necesidades ajenas; su atención a cualquier detalle, que para muchos puede pasar desapercibido. María es el modelo de discipulado, con el que es fácil identificarse. Y, al mismo tiempo, nos ayuda a descubrir tantas carencias en nuestras vidas: ¿para mí lo realmente importante son las necesidades del otro? ¿Esta preocupación es la que guía nuestras comunidades?

La invitación que hace a los servidores de la boda es la segunda. Urge a todos a hacer lo que dice Jesús. La Palabra de Jesús es lo definitivo: mis criterios, mis razonamientos, mis preferencias…, ¡no! Si entiendo esto –la prioridad del necesitado y de la Palabra de Jesús– habré comprendido el «signo» de Jesús y su mensaje.

1 comentario:

  1. ¡Hola Javier! ¡Que alegría cuando te vi ayer en la Hoja Dominical! ¡Los críos iban fardando a sus amigos: "Es amigo nuestro"! Nos hizo mucha ilu.
    Besos

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