La búsqueda de la felicidad es una constante en la humanidad. Y el evangelio de este domingo nos habla de felicidad y de quiénes son los felices. Aunque curiosamente las afirmaciones de Jesús están en contradicción con nuestra experiencia cotidiana, con lo sociológicamente aceptado. Los medios de comunicación, de una manera privilegiada a través de los programas llamados del «corazón» y de ciertos concursos, nos presentan una propuesta de «felicidad» unida al dinero fácil, a la fama a cualquier precio, al placer inmediato…
Los «ayes» contra los ricos y satisfechos, en este evangelio, muestran otra realidad bien distinta. En este contexto los felices, los acreedores de dignidad son los pobres, los hambrientos, los que sufren… Otro mundo es posible, está afirmando Jesús. Su persona, su predicación, la proximidad del Reino de Dios que proclama lo han inaugurado. Sus seguidores, los de entonces e indudablemente, en la actualidad, nosotros y nosotras, estamos llamados a comenzar a construirlo aquí y ahora. Los pequeños, los últimos, los que no tienen nada, los que lo pasan mal son los privilegiados en este Reino de Dios; lo son para Jesús y lo han de ser para sus discípulos y discípulas.
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