La palabra «Epifanía» significa
manifestación. Dios se ha manifestado, en Jesús, a todos los pueblos, a todos
los hombres y a todas las mujeres de todos los lugares, de todos los tiempos.
Los magos de Oriente que vienen a adorar al «Rey de los judíos», a Jesús niño,
representan al conjunto de las naciones, a quien Dios se quiere mostrar como
respuesta a sus esperanzas y expectativas.
Las actitudes que muestran los
diferentes personajes de la narración del evangelio de hoy también son
trasladables a nuestras situaciones actuales concretas. A Herodes le inquieta
el nacimiento de Jesús, lo que le preocupa es que alguien le pueda hacer
sombra, que alguno rivalice con él y merme su poder. Los sumos sacerdotes y los
escribas saben, conocen la Escritura, pero se muestran indiferentes ante el
acontecimiento que anuncian los sabios de Oriente: ellos ya viven bien, ¿para
qué necesitan un salvador? Los extranjeros que siguen la estrella se
entusiasman, incluso recorren un largo camino, preguntan, investigan, «se
llenaron de inmensa alegría» cuando encuentran el camino y se arrodillan ante
la grandeza de Dios que se manifiesta en lo pequeño. María muestra al niño, a
su Hijo, a todos los que lo requieren, pasando discretamente a un segundo plano.
¿Cuál es mi actitud ante las manifestaciones de Dios en la vida cotidiana?
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