Lugar donde la tradición sitúa el «Sermón de la montaña» |
El evangelio de este domingo sitúa
a Jesús en la montaña predicando. Jesús afirma que son dichosos, felices los
pobres, los que lloran y sufren, los perseguidos por practicar el bien...; pero
también los hambrientos de justicia, los que practican el amor misericordioso,
los que se empeñan en hacer posible la paz, etc. En realidad Jesús inaugura un
nuevo estilo de vida personal y comunitario, donde desaparecen las distancias
entre los desafortunados y los que viven en prosperidad. En este cambio de
paradigma implica a la comunidad de sus discípulos: no se ha que esperar a la
otra vida para que cambien las cosas. El reino de Dios lo inauguró ya Jesús y
todos estamos llamados a hacerlo presente en este mundo, aunque en él no pueda
llegar a su plenitud.
Pablo comentará en sus cartas
(segunda lectura) que en la comunidad cristiana no caben los prepotentes o los
insolidarios, ya que los llamados son «la gente baja del mundo, lo
despreciable, lo que no cuenta para anular a lo que cuenta, de modo que nadie
pueda gloriarse en presencia del Señor». No es que no quepan los que no
responden a esas características; es simplemente cambiar las cosas: los que
cuentan, los que se merecen ser felices son los que no lo han sido nunca, los
primeros en la comunidad de Jesús son los últimos según el mundo.
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