Juan Bautista da testimonio de Jesús: el
importante, el definitivo es Jesús, el Hijo de Dios. No le afecta perder
«clientes» para que sigan a Jesús. Juan no se predica a si mismo, con
apariencias de piedad.
Lo primordial es la voluntad de Dios, aunque
se olviden de mí. Nos cuesta entender esto: nos gusta que nos reconozcan, la
«palmadita en la espalda», que hablen bien de nosotros... Y si no lo hacen nos
duele y caemos en la crítica fácil. En el fondo nos buscamos más a nosotros
mismos que el hacer el bien desinteresado o la evangelización sin recompensa
inmediata. La actitud del Bautista es bien distinta.
Jesús es quien trae la liberación definitiva,
también de nuestros egoísmos y egocentrismos. Él es la respuesta definitiva a
la búsqueda de sentido del ser humano. Estamos llamados a dar testimonio de
esta realidad y a proclamarlo explícitamente (salmo responsorial): «He
proclamado tu salvación ante la gran asamblea; no he cerrado los labios: Señor,
tú lo sabes»
El mal del mundo es derrotado en la acción
liberadora de Jesús, ésta es la proclamación de Juan Bautista. Ésta ha de ser
nuestra convicción, nuestro anuncio, el testimonio de nuestra vida.
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