Jesús está dormido mientras la barca se está llenando de
agua, con peligro de hundirse, a causa de un fuerte huracán, nos narra el
evangelio de este domingo. Esta situación recuerda muchas circunstancias nuestras
personales y comunitarias; también la reacción de los discípulos, que Jesús
recrimina enérgicamente: «¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?» En
cuantas ocasiones nos arredramos ante las dificultades exteriores; caemos en la
crítica fácil, cuando no en el catastrofismo. Nos falta fe, nos falta valentía,
nos falta confianza en la Palabra de Dios. No nos terminamos de creer la «Buena
Noticia» de Jesús, no somos hombres y mujeres de esperanza.
Olvidamos que Jesús está en la «barca»; aunque parezca que
duerme, que no se entera, que no percibimos explícitamente su presencia. La
confianza en la presencia de Jesús entre nosotros, en la Iglesia, en el mundo
nos debería hacer ver las cosas con otros ojos, con los ojos de la fe. La
confianza y no el miedo deberían informar nuestras decisiones, nuestros
criterios, nuestros juicios. Dios se hace presente en la historia de la
humanidad, también hoy. Es posible que sea de una manera imperceptible si falta
la fe, si nos atenaza el temor, si sólo confiamos en nuestras propias fuerzas o
en nuestros proyectos. El estilo de Dios, de Jesús es otro.
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