Prueba del SIDA |
Las
enfermedades de la piel (conocidas en el Antiguo Próximo Oriente como lepra)
eran motivo de exclusión social y religiosa; de esto nos habla tanto la primera
lectura como el evangelio de hoy.
Jesús,
que no conoce ni admite acepción de personas y rechaza toda forma de exclusión
o marginación, atiende a este ser humano, enfermo, que le suplica ayuda. Jesús
le cura y el leproso «queda limpio». Le devuelve la salud y, sobre todo, su
dignidad de persona, de «hijo de Abraham», que le habían negado. Pasa de ser
alguien marginado social y religiosamente a una persona con honra. Pero Jesús
no quiere publicidad, «no se lo digas a nadie», le requerirá. Sus acciones constatan
el amor misericordioso de Dios, que toma forma humana en su persona. Y eso es
lo único importante.
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