martes, 30 de abril de 2013

Domingo VI de Pascua - Jn 14,23-29

La Palabra de Jesús es Palabra de Dios, es Palabra del Padre. Hay una estrecha relación entre la Palabra de Dios, la vida íntima en Dios (Uno y Trino) y la vida cristiana personal y comunitaria.

El seguimiento de Jesús, amarle, ser discípulo o discípula suyos implica guardar su Palabra. Guardar no en el sentido de esconder, de ponerla bajo llave, de tenerla tanto «respeto» que nuestra relación con ella sea de distancia. Guardar la Palabra de Dios significa conocerla, leerla y meditarla con frecuencia, convertirla en nuestra habitual oración, compartirla, hacer que informe toda nuestra vida, que nuestras decisiones estén fundamentadas en ella, que llene nuestro corazón y nuestra mente, que nuestra vida personal y comunitaria la actualice constantemente.

Quien convierte la Palabra de Dios en su «brújula», quien la guarda, Dios Padre y el Hijo harán morada en ella o en él, y el Espíritu Santo desde su interior será su consejero, le irá descubriendo la maravilla del mensaje de Jesús, el amor inmenso de Dios narrado en su Palabra. Y hallará la auténtica paz. Una paz que es don de Dios, una paz que no es como la da el mundo, una paz que significa armonía, concordia, seguridad, felicidad, alegría... Una paz que sólo la da Dios.

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