Los
discípulos están temerosos, con miedo, con las puertas cerradas..., y Jesús se
hace presente en medio de ellos. Les trae la alegría de la Resurrección y la
vida, la paz, la fuerza del Espíritu Santo y el signo del perdón
misericordioso.
Aún les falta fe: Tomás es el
paradigma de esta situación. Pero la experiencia de Jesús resucitado transforma
sus vidas; será el mismo Tomás el que expresará uno de los actos de fe más
profundos: «¡Señor mío y Dios mío!»
Todos estamos llamados a experimentar
a Cristo resucitado. Desde la fe. Pero, no por eso con menos intensidad. Esta
experiencia nos liberará, igual que a los discípulos del evangelio, de nuestros
miedos, complejos, faltas de fe o esperanza... Nos empujará a «abrir las
puertas de par en par» a Cristo, a los hermanos, a los necesitados. Jesús nos
invita a transformar la sociedad, a llevar la paz del evangelio, a cantar la
alegría de la vida, a ser portadores de perdón y de amor entrañable.
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