martes, 2 de abril de 2013

Domingo II de Pascua - Jn 20,19-31

Las dos escenas que narra el evangelio de hoy acontecen en el día primero de la semana, es decir, el domingo. La resurrección de Jesús se ha producido en domingo, y este día va a ser central para las comunidades seguidoras del Resucitado.

Los discípulos están temerosos, con miedo, con las puertas cerradas..., y Jesús se hace presente en medio de ellos. Les trae la alegría de la Resurrección y la vida, la paz, la fuerza del Espíritu Santo y el signo del perdón misericordioso.

Aún les falta fe: Tomás es el paradigma de esta situación. Pero la experiencia de Jesús resucitado transforma sus vidas; será el mismo Tomás el que expresará uno de los actos de fe más profundos: «¡Señor mío y Dios mío!»

Todos estamos llamados a experimentar a Cristo resucitado. Desde la fe. Pero, no por eso con menos intensidad. Esta experiencia nos liberará, igual que a los discípulos del evangelio, de nuestros miedos, complejos, faltas de fe o esperanza... Nos empujará a «abrir las puertas de par en par» a Cristo, a los hermanos, a los necesitados. Jesús nos invita a transformar la sociedad, a llevar la paz del evangelio, a cantar la alegría de la vida, a ser portadores de perdón y de amor entrañable.

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