martes, 26 de febrero de 2013

Domingo III de Cuaresma - Lc 13,1-9


Todos sin excepción, nos lo recuerda el evangelio de este domingo, somos pecadores, nuestra vida no está orientada al bien. Nuestra existencia, con frecuencia, es estéril, no da fruto.

El Señor tiene con nosotros una paciencia infinita: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Cuantas veces nuestra vida está llena de propósitos que no han pasado de eso, de propósitos. Pero Dios siempre está ahí, a nuestro lado, contando con nosotros.

Este evangelio no es una constatación pesimista de nuestra realidad cotidiana, personal y comunitaria. Es una llamada de esperanza a que las cosas pueden cambiar. Dios cuenta con nosotros parra llevar a cabo su plan amoroso para la humanidad. Es posible que todas las mujeres y todos los hombres nos consideremos hermanos, hijos del mismo Padre, quien nos ama con amor infinito, incondicional, y nos invita a participar de este amor.

Él está siempre dispuesto a darnos otra oportunidad: déjala todavía este año. Pero no nos podemos «dormir en los laureles». Es hora de desperezarnos y comenzar a trabajar, a dar fruto. No podemos aplazarlo eternamente.

2 comentarios:

  1. En estos momentos no fáciles para el Mundo, y en especial para la Iglesia, y ya en este tiempo de Cuaresma, el Señor nos reta a la paciencia con nosotros mismos , con los que nos rodean, y con el resto del Mundo y del Cosmos, en el que todos nos encontramos embarcados: Y, ¿qué dirémos?,....
    Sepamos aceptarnos a nosotros mismos, y con esto será tambièn más fácil que sepamos aceptar el resto, a ejemplo de PAPA BENEDICTO,...., y lo demàs sabe ya hacerlo nuestro Buen TIMONEL.

    ResponderEliminar
  2. Bueno, seguramente con unos más que con otros, dado como están las cosas, pero tampoco podemos decir claramente con cuales está más contento...

    ResponderEliminar