martes, 28 de agosto de 2012

Domingo XXII del tiempo ordinario - Mc 7,1-8.14-15.21-23

Comida no permitida: no kosher
Los discípulos de Jesús no se preocupan demasiado de las estrictas normas alimenticias y de pureza ritual que los fariseos cumplían con escrupulosidad religiosa. Y estos se lo echan en cara a Jesús. La respuesta de Jesús es dura; después de llamarles hipócritas, añade, citando al profeta Isaías: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos»

Gran parte de la denuncia profética, a la que se une Jesús, es la de una exquisita preocupación por el culto y que no se corresponde a una vida según el plan de Dios, a una inquietud real por los que pasan necesidad, por la justicia, por los derechos de todas y de todos… No es una negación de lo primero, bueno y necesario, sino de priorizar lo segundo que da sentido a una oración y un culto auténticos. En nuestras comunidades corremos el peligro de caer en lo mismo que Jesús recrimina a los fariseos (personas, por cierto, muy religiosas y cumplidoras): ¿qué es para nosotros lo prioritario?

No hay comentarios:

Publicar un comentario