lunes, 13 de agosto de 2012

La Asunción de María - Lc 1,39-56

La liturgia nos propone meditar en la festividad de la «Asunción de María» el evangelio de la visita de María a su parienta Isabel. María, en esta narración, se convierte en la portadora de Jesús, la que lo lleva dentro de si y lo ofrece a los demás. Es el ejemplo más claro de discipulado, desde su maternidad divina. Por eso Isabel alabará, cantará la bienaventuranza de su fe sin fisuras.

El cantico del «Magníficat», que entona María, es un texto poético, preñado de constantes evocaciones del Antiguo Testamento, de la Biblia Hebrea. La madre de Jesús nos presenta a un Dios que es grande y poderoso en su misericordia, en el amor preferencial por el necesitado, por el pobre, por el humillado. Esa también será la opción de María.

La comunidad creyente tenemos la oportunidad de mirarnos en el espejo de María, de admirar y compartir su fe, de evangelizar como ella, de tener una preocupación exquisita por las necesidades de los demás, de descubrir un Dios todo amor.

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