viernes, 18 de marzo de 2011

Domingo II de Cuaresma - Mt 17,1-9

Basílica de la Transfiguración

La narración de la escena de la Transfiguración intenta ser un bálsamo, un canto de esperanza en el camino de Jesús con sus discípulos hacia Jerusalén, lugar, como él les ha repetido en diversas ocasiones, donde será ejecutado. Es verdad que junto al anuncio de su pasión y muerte siempre les ha hablado de resurrección, pero ellos no terminan de entender todo esto.

La Transfiguración es un anticipo de la resurrección; es la constatación de que las palabras y los gestos de Jesús, la Buena Noticia del Reino, los valores de este Reino al que son invitados a construir y vivir su discipulado, la utopia de un mundo donde sea respetada la dignidad de todos… no son un fracaso de un soñador cualquiera. La Palabra de Dios, siempre viva y eficaz, lo avalan; ésta es representada por Moisés y Elías (la Torá y los profetas); Dios mismo lo certifica: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo» Pero antes es necesario pasar por la incomprensión, por el sufrimiento, por la cruz.

La vida cristiana a veces tiene también mucho de esto: la resurrección, un horizonte de claridad, de esperanza, de resurgimiento… sólo se da después de la cruz. Pero, ¡vale la pena!

1 comentario:

  1. Que lástima, si lo viviéramos así otro gallo nos cantaría.

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