La primera razón, que nos propone Jesús, para no ocupar los primeros puestos, es divertida y curiosa: para no hacer el ridículo. Esa motivación somos todos capaces de entenderla; la sensación de estar haciendo el ridículo es una experiencia enojosa. Parece que nos está diciendo: al menos por no sentirte avergonzado, no vayas de fantasma por la vida; no te crees mejor o superior a nadie; no busques la palmadita en la espalda…, que tienes todos los números para que alguien te baje de la nube o te pegues un batacazo.
Y continúa Jesús con el tema de los banquetes y eventos similares. Ahora dice que no invitemos a familia, amigos y conocidos, si no a los marginados de la sociedad. ¡Qué cosas más extrañas nos sugiere el Maestro!
Pero es que Jesús está hablando del Reino de Dios, que Él ya ha inaugurado. Y en este Reino los primeros, los privilegiados no son los que se creen los mejores económica, intelectual o religiosamente, o por su parcela de poder. Tampoco privilegia a los más cercanos por lazos familiares o de amistad. Los realmente importantes son los últimos, los marginados, los humildes, lo que no cuentan para nada ni para nadie. Y nos enseña a sus discípulos y discípulas cuáles deben ser nuestras prioridades.
Muy buena la reflexión.
ResponderEliminarClaro y simple. Pero es una pena que nuestro primero pensamiento al leer la mayoría de los Evangelios, sea hacia las vivencias de éste mundo, cuando en realidad se refieren al otro mundo, al más importante, al Reino..
ResponderEliminarSólo una aclaración: el Reino de Dios es una realidad escatológica, es decir, su plenitud no la podremos contemplar en este mundo, en esta vida.
ResponderEliminarPero eso no significa que esa realidad, que ya inauguró Jesús, no la debemos comenzar a construi...r aquí y ahora.
Es la máxima escatológica: ¡ya, pero todavía no!
Javier...aquí está la gallina de los huevos de oro...¿quien dejaría en ésta sociedad nuestra, de invitar a su boda a nuestros seres más queridos para poner en su lugar a los últimos, a los marginados...? a mi, solo me resulta posible entenderlo pensando en la realidad escatológica última-
ResponderEliminarEl evangelista "juega" con los contrastes fuertes.
ResponderEliminarEs verdad que nadie dejaría de invitar a sus seres queridos, pero el evangelio quiere subrayar otras prioridades. El amor a la familia es natural y querido por Dios. El evangelio quiere captar nuestra atención, a través de este contraste casi "imposible": los pobres, los marginados, los necesitados han de ser prioritarios en nuestro quehacer cotidiano, en nuestras comunidades eclesiales... Eso es así en la perspectiva de Dios, lo será así en la otra vida..., lo ha de empezar a ser aquí y ahora.
Ojalá, Javier, ojalá. Yo estoy todavía a este nivel, pero espero crecer un poco más y poder rozar la paz que no dudo tienen quienes lo consiguen. Pero Jesús era muy provocador en este aspecto. Hay un Evangelio...no recuerdo cual, que incluso Jesús le dice a un joven que no vaya a dar sepultura a su padre muerto, sino que le siga...que los muertos entierren a los muertos ¿no?...esto es muy difícil de entender. No me refiero a dificil de interpretar, sino de ineriorizar
ResponderEliminar«Jesús le replicó: "Deja que los muertos entierren a sus muertos; pero tú, vete a anunciar el reino de Dios"» (Lc 9,60)
ResponderEliminarComo en el caso anterior, es cuestión de prioridades. No niega lo primero (como puede parecer la exageración semíta), sino que afirma y prioriza lo segundo.