jueves, 5 de agosto de 2010

Domingo XIX del tiempo ordinario - Lc 12, 32-48

El evangelio dominical nos recuerda la importancia de la actitud de la vigilancia, que el diccionario define como: «cuidado y atención exacta en las cosas que están a cargo de cada uno» Es decir, este proceder que nos sugiere Jesús está íntimamente relacionado con la responsabilidad. La irresponsabilidad, la desidia, el pasotismo, el dejar las cosas para mañana, etc. están reñidos con el mensaje del Señor.

Pero, Jesús quiere añadir una razón más a la actitud de vela, de vigilancia que pide a sus discípulos y discípulas. El plus añadido es la tensión escatológica, la espera anhelante de la llegada definitiva del Reino. Nos demanda vivir como si la venida definitiva del Señor fuese a ocurrir ya. No es una llamada a vivir angustiados; todo lo contrario. Sabemos que somos responsables de contribuir diariamente, cotidianamente a la construcción del Reino de Dios, que ya inauguró Jesús. Conocemos que este Reino no alcanzará su plenitud en este mundo imperfecto, pero eso no nos excusa de poner nuestro grano de arena cada día, cada instante en su edificación.

Y el Reino que inició Jesús es justicia, dignidad, amor… Él nos mostró un Dios que ama a todos los seres humanos como hijos y que desea que sus hijos se reconozcan como hermanos y hermanas. Los discípulos y discípulas de Jesús tenemos una gran responsabilidad en esta tarea: «Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá»

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