jueves, 5 de noviembre de 2009

Domingo XXXII tiempo ordinario - Mc 12,38-44

En el evangelio de hoy encontramos un fuerte contraste: por un lado los escribas y gente rica, por otro una viuda pobre.

Los escribas, nos cuenta el evangelista, les gusta alardear; les agrada la fama, los puestos de honor; les encanta que los demás hablen bien de ellos y los tengan por personas de bien; pero, en realidad, son injustos en su forma de actuar. Todo es apariencia externa. De forma similar, en la escena de «Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas», son presentados un grupo de ricos, de acaudalados, que de forma ostentosa echan al arca sus grandes limosnas, cosa que no afectará prácticamente a su boyante economía.

Entra en escena una viuda pobre. Dos palabras, viuda y pobre, que concretan la situación de precariedad extrema del personaje. Pero su pobreza no llega a su corazón, es de una grandeza a la que no llega ninguno de los personajes anteriores. Su ofrenda es pequeña, dos monedas insignificantes, pero ha implicado su vida, su futuro: «ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir», dirá Jesús.

La narración invita a un serio examen de conciencia. ¿Hasta dónde estoy dispuesto/a ser generoso con mi dinero, con mi tiempo, con mi vida…? Recuerdo un comentario de alguien muy querido que decía: «hasta que me duela»

1 comentario:

  1. Que de verdad tienen estas palabras dichas hace tantos años. Hoy en dia estamos rodeados de esta gran realidad. Hemos de reflexionar para que cada uno de nosotros no forme parte de estos " escribas del siglo XXI"

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