martes, 21 de noviembre de 2017

Jesucristo, Rey del universo, ciclo A - Mt 25,31-46

El domingo de la festividad de «Jesucristo, rey del universo» escuchamos el evangelio del Juicio final, que nos narra Mateo de una forma magistral. La actitud que es alabada o denunciada, en quien la ha vivido o en quien la ha ignorado, es repetida –según el estilo semita– hasta cuatro veces. El narrador quiere que quede profundamente grabada en los lectores-oyentes. No podemos obviarlo cuando leamos y/o oigamos este texto.

El juicio consiste en señalar o acusar la conducta que tuvimos ante el ser humano necesitado (hambriento, sediento, forastero o inmigrante, sin ropa, enfermo, encarcelado…). Jesús se identifica con cada hombre y cada mujer que padece estas carencias, con cada persona que es rechazada, marginada o ignorada socialmente. Allí está Jesús. No seremos juzgados por haberle reconocido o no a Él en estas circunstancias («¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel?», responden tanto unos como otros), sino en cómo hemos acogido o rechazado a las personas que necesitaban nuestra ayuda.

Lo nuclear en el mensaje de Jesús no es el culto, no es el ir a misa los domingos, sino el amar, el hacer propias las necesidades del prójimo; de esto es de lo que seremos juzgados. El culto, la eucaristía, la plegaria sólo tienen sentido si nos tomamos en serio que nos anuncian, nos interpelan a vivir esta actitud irremplazable.

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