martes, 23 de agosto de 2016

Domingo XXII del tiempo ordinario, ciclo C - Lc 14,1.7-14

Dos actitudes nos propone Jesús en el evangelio de este domingo: la humildad frente a la soberbia y la hospitalidad con los pobres y los últimos frente a las apariencias interesadas.

Lo nuestro, lo «natural» es que busque el primer puesto, el ser considerado, la palmadita en la espalda, la fama fácil, el que me consideren más importante que...

Cuantas veces mis actitudes de soberbia dificultan la convivencia familiar, profesional, comunitaria, eclesial. Y esto ocurre cuando no escucho porque qué me van a enseñar a mí, cuando critico de forma despiadada porque considero al otro una amenaza, cuando lo único que cuenta es mi criterio, cuando no soy apreciado como creo que me merezco, etc.

La otra actitud está en la misma línea. Jesús nos invita a estas abiertos, a ser generosos con «pobres, lisiados, cojos y ciegos». Yo, en cambio, prefiero que los que me rodean admiren mi generosidad, que elogien mi forma de ser, ser importante entre los importantes. Lo que nos propone Jesús no da prestigio, no se entera nadie y, entonces, ¿para qué sirve?

La perspectiva del Reino de Dios va por otro camino. Sólo tenemos cabida, junto a los pequeños, si los valores de la humildad, de la sencillez, del servicio desinteresado son prioritarios en nuestras vidas y en nuestras comunidades.

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