En
la misma línea que el domingo anterior, hoy el evangelio nos invita a no poner
la confianza en los bienes efímeros: dinero, fama, placer, etc. Nos propone,
como afirmábamos, otra forma de riqueza en la que no hay que temer ni que te
roben, ni que se deteriore. Una riqueza en la que el hermano y la hermana
necesitados son lo prioritario. Un tesoro que proporciona la auténtica
felicidad y da sentido a la vida: «Porque donde está vuestro tesoro allí
estará también vuestro corazón.»
Jesús
quiere que todos participemos del banquete del Reino, pero para ello nos exige
estar preparados, vivir en la tensión de la llegada del Reino de Dios (Tened
ceñida la cintura y encendidas las lámparas), como oramos en el
Padrenuestro: Venga a nosotros tu Reino.
Como
seguidores de Jesús hemos de preguntarnos, con frecuencia, dónde tenemos puesto
el corazón. ¿Qué es lo prioritario en nuestra vida?. A nuestro alrededor, si no
estamos (o no queremos estar) ciegos, hay muchas situaciones de injusticia, de
pobreza, de marginación. No puedo pasar indiferente ante esta realidad. La
responsabilidad ante estas situaciones no es una opción frente a otras, si nos
tomamos en serio el mensaje de Jesús.
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