En
el evangelio de hoy a la pregunta «Señor, ¿serán pocos los que se salven?»,
Jesús no responde ni que sí ni que no; al menos eso es lo que parece en una
primera lectura. En un lectura más reposada nos daremos cuenta que son muchos –mejor,
todos– los que estamos invitados al banquete del Reino: «vendrán de oriente
y occidente, del norte y del sur, y se sentaran a la mesa en el reino de Dios».
Pero,
hay más matices en la respuesta de Jesús. Jesús habla de esfuerzo: la salvación
es un don gratuito, pero exige de nosotros una respuesta, una respuesta de
amor, de amor de donación, de amor desinteresado... En mi tierra se dice, con
frecuencia: «obras son amores y no buenas razones».
Y
Jesús continúa, en un discurso que tiene mucho ver con el juicio final: «Entonces
comenzaréis a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en
nuestras plazas.” Pero él os replicará: “No sé quiénes sois. Alejaos de mí,
malvados”». No es difícil descubrir que está hablando de muchos que han
participado de la mesa del pan de vida y de la mesa de la palabra de Dios –hoy
diríamos de la Eucaristía –,
pero que no son reconocidos como dignos del Reino de Dios. No es suficiente una
vida de oración y de sacramentos, si en nosotros no hay un cambio definitivo,
radical... No nos está pidiendo ser ni superman ni superwoman,
sino algo más sencillo, pero más esencial: que toda nuestra vida y todos
nuestros actos estén informados por el amor.
Como de costumbre tu comentario del evangelio ayuda a su compresión. Un abrazo
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