lunes, 4 de abril de 2016

Anunciación del Señor - Lc 1,26-38

Iglesia de la Anunciación, Nazaret
En esta solemnidad celebramos el anuncio a María de que va a ser la madre del Hijo de Dios. María se turbó, comenta el evangelista, ante la noticia. Estaba perpleja, desconcertada. ¿Cómo ella una mujer sencilla, sin grandes aspiraciones, es invitada a ser protagonista excepcional de los planes de Dios, es tratada con esos títulos que le suenan a exageraciones, y de los que no se considera merecedora? Ella, ¿cómo va a ser bendita entre todas las mujeres, llena del don de Dios, escogida por el Señor? El ángel le pide que no tenga miedo. Es la obra de Dios, y sabe que María es una mujer abierta a la acción divina. Le anuncia que será madre de Jesús.

María pone su libertad al servicio de los planes de Dios; no hay mejor uso posible del libre albedrío. Su hágase en mí significa que todo su ser lo entrega en obediencia a la voluntad divina. No es una negación de la libertad frente a Dios, sino el uso de la misma en una opción libre y voluntariamente elegida y aceptada; eso sí, como respuesta a una llamada personal de Dios. De Él es la iniciativa, pero la respuesta es plenamente humana, totalmente personal. Y María ha sabido elegir.

Ella es un espejo donde deberíamos mirarnos todas y todos los discípulos de Jesús, para sentirnos identificados.

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