Este
domingo leeremos y meditaremos el prólogo del evangelio de Juan. Estamos
acostumbrados estos días a lecturas que nos han hablado del nacimiento de Jesús;
es lo propio de la Navidad. Si la distancia cronológica con respecto a las
narraciones navideñas son de aproximadamente dos mil años, no pasa así con este
evangelio. Nos traslada al principio de la creación, a lo que los científicos
llaman el «Big-Bang», al instante inicial. Pero nuestro interés en este
comentario es teológico (aunque no obviamos lo científico). El evangelista
sitúa la Palabra –que personifica a Jesús– al principio de la creación, junto a
Dios, participando de la obra creadora.
La Palabra
de Dios es la luz que alumbra a todo ser humano, que le posibilita que no viva
en oscuridad continua, en una vida sin sentido. La Palabra de Dios, por amor,
ha venido a nosotros. Se ha mezclado con nosotros, se ha hecho uno de los
nuestros. Esa Palabra es el «Hijo único del Padre», aunque al mismo tiempo es
una persona humana como tú y como yo.
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