Jesús
no es un pastor de «borregos» sin capacidad de pensar y que siguen a alguien de
forma mecánica: «¿dónde va Vicente?, donde va la gente». Jesús es el buen
pastor que conoce y respeta a cada una de las ovejas de su rebaño; las conoce
personalmente y por eso llama a «cada una por su nombre». Y estas ovejas siguen
a Jesús de una forma consciente y libre, de manera que «no reconocen la voz de
los extraños»
Más
aún, Él es «la puerta», donde las ovejas encontrarán la salvación, la respuesta
a todos sus anhelos y esperanzas. Y podrán «entrar y salir libremente», no
condicionadas o manipuladas por nada ni por nadie; pero allí «encontrarán
pastos» para saciarse. Y es que Jesús quiere que «tengan vida y la tengan en
abundancia».
El
símil es fácil de entender, de aplicar. La narración del evangelio está manifestando
cómo Jesús muestra el camino de la fe, al que estamos invitados todos y todas,
un camino de libertad, donde la persona se siente valorada por sí misma, por lo
que es, reconocida individual, personalmente, y encuentra la plenitud de sus
aspiraciones más profundas. Pero hay otras «ofertas», con frecuencia
tentadoras, pero que no dan vida, que nos abocan al fracaso, que no llenan el
corazón humano. La elección está en mi mano.
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