martes, 6 de mayo de 2014

Domingo IV de Pascua - Jn 10,1-10

Jesús no es un pastor de «borregos» sin capacidad de pensar y que siguen a alguien de forma mecánica: «¿dónde va Vicente?, donde va la gente». Jesús es el buen pastor que conoce y respeta a cada una de las ovejas de su rebaño; las conoce personalmente y por eso llama a «cada una por su nombre». Y estas ovejas siguen a Jesús de una forma consciente y libre, de manera que «no reconocen la voz de los extraños»

Más aún, Él es «la puerta», donde las ovejas encontrarán la salvación, la respuesta a todos sus anhelos y esperanzas. Y podrán «entrar y salir libremente», no condicionadas o manipuladas por nada ni por nadie; pero allí «encontrarán pastos» para saciarse. Y es que Jesús quiere que «tengan vida y la tengan en abundancia». 

El símil es fácil de entender, de aplicar. La narración del evangelio está manifestando cómo Jesús muestra el camino de la fe, al que estamos invitados todos y todas, un camino de libertad, donde la persona se siente valorada por sí misma, por lo que es, reconocida individual, personalmente, y encuentra la plenitud de sus aspiraciones más profundas. Pero hay otras «ofertas», con frecuencia tentadoras, pero que no dan vida, que nos abocan al fracaso, que no llenan el corazón humano. La elección está en mi mano.

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