martes, 27 de mayo de 2014

Ascensión del Señor - Mt 28,16-20

Lugar de la Ascensión, Jerusalén
Hoy celebramos la «Ascensión del Señor», el día en que Jesucristo, después de resucitar, asciende al cielo y se sienta a la derecha del Padre (segunda lectura). Pero los discípulos no quedan solos, no permanecerán huérfanos, serán «bautizados con Espíritu Santo» (primera lectura), que les dará fuerzas para predicar la «Buena Noticia» del Reino «hasta los confines del mundo». Más aún, les promete, el mismo Jesús, que no les abandonará nunca, que estará con ellos «todos los días, hasta el fin del mundo» (evangelio).

La fiesta de hoy nos recuerda que la misión que inició Jesús la ha de continuar la comunidad eclesial, cada uno de sus discípulos y discípulas se ha de sentir implicado. La tarea es ingente. Otro mundo es posible, donde cada ser humano sea respetado por lo que es y no por lo que tiene; donde toda mujer y todo hombre consideren a su prójimo su hermana o su hermano, hijos de un único Padre. La tarea de la evangelización no ha concluido: queda mucho trabajo por realizar. 

Es verdad que no siempre estamos por la labor, que nos quedamos «plantados mirando al cielo», pero sabemos que Él no nos fallará nunca y nos ayudará a salir de nuestra apatía o desesperanza: se ha quedado con nosotros…, para siempre.

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