Las
afirmaciones de Jesús en el evangelio de este domingo, continuando con la
lectura del sermón de la montaña, nos resultan chocantes, irrealizables.
Alguien ha hablado de utopía, de una moral de máximos, de exageraciones para
hacer reaccionar a los interlocutores. Pero realmente ¿son sólo palabras
bonitas, pero desorbitadas, impracticables?
Comentaremos
brevemente dos de las aseveraciones que, en cierta manera, condensan el resto
de las que encontramos en este fragmento de evangelio: «No resistáis a quien os
haga algún daño»; «amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen» La
verdad es que no es fácil lo que nos pide Jesús: la no-resistencia y el amor.
Pero la realidad es que son muchos los testimonios en misioneros y misioneras,
en el voluntariado cristiano ayudando a los necesitados, en cristianos que
trabajan y luchan cada día por un mundo mejor y un largo etcétera que lo han
puesto y lo están poniendo cotidianamente en práctica. Imaginemos que todos y
todas los que nos llamamos discipulado de Jesús lo viviésemos: cuantas cosas
cambiarían.
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