Continuamos
con el sermón de la montaña, un auténtico discurso programático de Jesús. En el
fragmento que escuchamos (leemos) hoy afirmará que no ha venido a reemplazar lo
que está escrito en el Antiguo Testamento (Moisés y los Profetas) sino a «darle
su verdadero sentido», su sentido más pleno.
Por
este motivo llena de contenido cada uno de los mandamientos que podemos leer en
las Escrituras hebreas. El mandamiento «no matarás» no significa, no implica
sólo la prohibición de quitar la vida a un semejante. Jesús va mucho más lejos:
si me enojo contra mi hermano, si lo insulto, si lo humillo, si lo injurio… no
estoy viviendo según el espíritu de la Palabra salvífica de Dios. Y es que
aquel o aquella contra quien estoy actuando es mi hermano, es mi hermana, es
hijo, hija de Dios. No es tan importante lo que está mandado o prohibido sino
la actitud: la actitud de amor que es más fuerte que cualquier mandato.
Esa
forma de actuar, de vivir condiciona toda mi religiosidad. Si no estoy
dispuesto a perdonar, a amar, a respetar al otro, si no me reconcilio con mi
hermano, con mi hermana (cada uno de mis semejantes) no puedo participar del
culto eclesial, no puedo compartir la eucaristía. Por tanto he de ponerme en
paz con mi hermano, dirá Jesús, antes de acercarme a dar culto a su Padre, a mi
Padre, a Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario