martes, 3 de septiembre de 2013

Domingo XXIII del tiempo ordinario - Lc 14,25-33

Una lectura superficial del evangelio de hoy nos puede hacer pensar que Jesús pide renunciar al amor familiar para seguirle. Pero curiosamente también menciona la renuncia a uno mismo y a todos los bienes. Y todo ello envuelto en dos ejemplos que hablan de la necesidad de «calcular», de «deliberar» antes de tomar una decisión.
           
El seguimiento de Jesús no es algo cultural (y que en otra cultura distinta hubiese sido diferente, ¿o sí?) o que asumimos por costumbre familiar o social. La opción cristiana implica que Jesús es para mí el «horizonte de comprensión», significa que todo en mi vida es según la perspectiva del evangelio de Jesús. Y esto es una elección que implica cálculo y deliberación, nada tiene que ver con ningún tipo de fundamentalismo, ni de cristianismo de costumbre o cultural. Todo queda relativizado ante algo tan inmenso: ese es el sentido de los primeros versículos del texto.
           
La determinación por seguir a Jesús supone cambiar nuestra escala de valores: el amor de donación, gratuito se convierte en el «norte» de mi existencia; el amor preferencial por los pobres; la lucha por la justicia; el considerar que cada ser humano es mi hermano o mi hermana; la pasión por la Palabra de Dios; la relación íntima con Dios-Padre... 

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