martes, 22 de mayo de 2012

Pentecostés - Jn 20,19-23

Vivimos en el tiempo del Espíritu. Es ésta una realidad que deberíamos vivir con mayor intensidad. Es el Espíritu Santo el que construye la comunidad creyente, el que nos trae la paz, el que posibilita el perdón, quien hace posible que Cristo se haga presente en la Eucaristía, quien nos habla a través de la Palabra de Dios, el que construye la unidad, etc.

Hoy celebramos que Jesús nos lo ha enviado: no ha querido dejarnos huérfanos. Es el Espíritu Santo el que se revela en la comunidad eclesial y en cada uno de sus miembros: «En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común» (segunda lectura). Esa es la razón profunda de la misión del Espíritu Santo: el bien de todos, el bien común.

Somos la comunidad del Espíritu. Es el Espíritu Santo el que debe guiar, el que sustenta, el que inspira toda la acción eclesial; o así debería ser: deberíamos dejarlo; ser conscientes. Por encima de nuestros planes, nuestra organización, nuestros métodos…

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