martes, 15 de mayo de 2012

La Ascensión del Señor - Mc 16,15-20

La Ascensión del Señor, festividad que celebramos este domingo, no es el final de una historia; no significa que Jesús ha dejado solo a su discipulado. Es, por el contrario, el inicio de una nueva etapa, el principio de un nuevo período, el de la comunidad eclesial.

Los seguidores de Jesús son enviados a continuar la nueva realidad que Él inauguró. La historia de la Humanidad ha quedado marcada por el acontecimiento Jesús de Nazaret. Y esto es lo que debemos prorrogar en el tiempo y en todos los lugares sus discípulos. La responsabilidad que nos encomienda es inmensa pero, al mismo tiempo, es la opción más gratificante posible.

Los seres humanos, todos y todas, tienen una dignidad inalienable; son acreedores de unos derechos que nadie ni nada pueden negar o usurpar; todos gozan del amor incondicional de Dios-Padre. Somos los heraldos de esta realidad por la que el Hijo de Dios vino al mundo y se dejo crucificar. Él continúa con nosotros para hacerlo posible.



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