miércoles, 31 de agosto de 2011

Domingo XXIII del tiempo ordinario - Mt 18,15-20


El evangelio de este domingo forma parte del llamado «discurso eclesial» que ocupa todo el capítulo 18 del evangelio de Mateo. En el texto que contemplamos hoy la comunidad creyente se plantea cómo debe actuar cuando alguno atenta gravemente contra la unidad. En las palabras y gestos de Jesús encontrarán la respuesta. Lo realmente importante es no abandonar a su suerte al hermano o la hermana, a quien ha pecado. La comunidad intentará por todos los medios ganarlo, sin crear escándalo, sin criticarlo públicamente. Sólo cuando éste se obstina en su actitud, y después de haberlo intentado todo, se le invitará a que abandone la comunidad. Y aun así nunca está todo perdido: la oración por este hermano o hermana, esperando el «milagro» de su vuelta sincera, será lo que marcará el sentimiento comunitario hacia él.

Todo un programa comunitario, donde lo prioritario es el bien común, pero donde siempre importan todos y cada uno de los miembros de la comunidad. La delicadeza espiritual a la hora de tratar los problemas, la confianza en el otro, la oración y el amor exquisito, incluso por quien ha hecho daño, es el estilo que pide Jesús a la comunidad de sus seguidores.

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