El evangelio de hoy presenta dos escenas distintas, pero complementarias. La primera es una controversia de los fariseos con Jesús por el tema del divorcio; mientras en la segunda, los protagonistas de la polémica son los discípulos, a raíz de que algunos/as (seguramente sus padres) quieren que Jesús bendiga a unos niños.
En ambos casos Jesús –como es habitual– se pondrá de parte del más débil, del más indefenso, del que socialmente tiene menos derechos. La mujer, en la sociedad judía de la época, quedaba en una situación de desamparo cuando el esposo la repudiaba, condenada en muchos casos a la pobreza más extrema o incluso la prostitución, si no tenía familiares que se hiciesen cargo de ella (cosa que ocurría con frecuencia). Jesús reivindica el plan original de Dios, en la creación, en que hombre y mujer han sido creados con igual dignidad y derechos, el uno para el otro.
Los niños, por otro lado, eran los últimos en la escala social. No tenían ningún derecho, ni eran tenidos en cuenta ni social ni religiosamente, hasta que llegaban a la mayoría de edad; aparte del altísimo índice de mortalidad infantil. Jesús se enojará con los discípulos por menospreciarlos. Y afirmará categóricamente: «Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él»
Nuestra forma de ser y de actuar personal y eclesial ha de estar en la línea de Jesús, privilegiando a los más débiles y pobres, si no nos hemos equivocado de Maestro.
Hola Javier!!!
ResponderEliminarPor si te quieres hacer comoun niño, te dejo el enlace del Blog de Reli de mi escuela: http://religiolluismillet.blogspot.com/
Un beso
Conchi