lunes, 23 de abril de 2018

Domingo V de Pascua - Jn 15,1-8

La semana pasada Jesús era presentado como el «buen Pastor»; hoy como la «verdadera vid». Son significativos los adjetivos que acompañan ambas imágenes. Nos «hablan» de bondad y de verdad. Jesús y su mensaje rezuman bondad y autenticidad. Ese también es el camino al que estamos llamados sus seguidores.

¿Nuestra relaciones humanas, eclesiales, familiares, sociales, etc., están informadas siempre por la bondad y la verdad? Cuántas cosas cambiarían en nuestras vidas y en las de los que nos rodean si esa doble actitud fuera el principio de nuestras acciones, y también de nuestras palabras. Ni bondad sin verdad, ni verdad sin bondad: siempre indisolublemente unidas.

Jesús sabe de nuestra debilidad, de cuánto nos cuesta vivir el mensaje del Evangelio. Por eso nos invita a estar íntimamente unidos a Él, como el sarmiento a la vid. Afirma que quien permanece así unido «ése da fruto abundante».

Por eso, hemos de revisar cómo va nuestra relación con Jesucristo: ¿cuánto tiempo dedico a la oración?, ¿con qué intensidad la hago?, ¿qué papel juega en mi vida, y en la de mi comunidad, la Palabra de Dios?, ¿la leo, la medito, la llevo a mi vida personal y comunitaria cada día? No podemos olvidar la máxima de Jesús: «sin mí no podéis hacer nada».

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