lunes, 9 de abril de 2018

Domingo III de Pascua - Lc 24,35-48

Continuamos con las diversas escenas de la resurrección que nos narran los evangelios. El texto de este domingo es la continuación de la narración del encuentro de Jesús resucitado con los dos discípulos que volvían a Emaus. Ellos son los que cuentan a los otros discípulos que han reconocido a Jesús resucitado en la «fracción del pan», nombre con el que se designa en los evangelios a la eucaristía.

Cuando están comentando estas cosas Jesús se hace presente, pero les cuesta reconocerle. Jesucristo con su resurrección ha entrado en una nueva realidad: es Él mismo (les muestra las manos y los pies, les pide de comer, etc.); pero ya no pertenece a este mundo (no le reconocen, se presente en medio de ellos, etc.). Es el misterio de la resurrección.

Él les «abre el entendimiento» para comprender las Escrituras, la Palabra de Dios. Y cómo su vida, pero también su muerte y resurrección responden a la respuesta amorosa de Dios, que se concreta, se hace comprensible a través de su Palabra.

La Eucaristía y la Palabra de Dios se convierten en dos «lugares» privilegiados para reconocer a Jesús, para entender su mensaje, para comprometerse en la «buena noticia» del Reino. «Vosotros sois testigos de esto» les dice Jesús a los discípulos de entonces y a los de ahora.

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