sábado, 23 de diciembre de 2017

Natividad del Señor - Lc 2,1-14

Lugar del nacimiento de Jesús, según la tradición (Belén)
En el evangelio de la eucaristía de medianoche o «misa del gallo» leemos-escuchamos el evangelio de Lucas, concretamente el anuncio del nacimiento de Jesús a los pastores.

Siempre me ha llamado la atención especialmente esta narración. En el anuncio los pastores escuchan que les traen una «buena noticia» y, por tanto, no han de tener ningún miedo. Pero esa buena noticia no es sólo para ellos, sino «para todo el pueblo», lo que es una constatación alegre y, al mismo tiempo, un encargo: todos se han de enterar, han de participar de la buena nueva. Una novedad que significa «una gran alegría» para todos. ¿Nosotros/as vivimos el nacimiento de Jesús con esta convicción? ¿con esta alegría desbordante? ¿con esta sencillez? ¿sentimos la necesidad gozosa de comunicarlo a todos/as?

Pero, lo más curioso, es el «signo» que el ángel les ofrece, la prueba de la gran noticia: «aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre» Es un signo que sólo pueden entender y acoger los sencillos. ¡Mira que el signo de un gran acontecimiento sea un niño en pañales, acostado en un comedero de animales! Es extraña la forma de actuar del Dios de Jesús. A nosotros nos gustan las cosas de otra forma, lo hubiésemos hecho de otra manera; pero, sin dudas, no es la de Jesús. 

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