jueves, 29 de junio de 2017

Domingo XIII del tiempo ordinario, ciclo A - Mt 10,37-42

El seguimiento de Jesús es radical, no admite componendas. No se identifica con extremismos, radicalismos o fundamentalismos. Pero sí exige exclusividad. Es un amor primordial pero, al mismo tiempo, nos enseña a amar a los demás. El auténtico seguidor de Jesús ama de verdad, con intensidad, con preocupación exquisita por el otro, porque su amor está fundamentado en Jesús, en cómo ama Jesús. Aunque sabe priorizar.

Este seguimiento implica aceptar la cruz, las dificultades de la vida, también las que podemos padecer por ser fieles a la Buena noticia de Jesús. Pero la perspectiva de la cruz de Cristo nos introduce en una perspectiva nueva, esperanzada: el dolor, el mal, la muerte no tienen la última palabra. La resurrección de Jesús nos muestra que los planes de Dios son siempre una apuesta por la vida, por la felicidad, por la esperanza. También en nuestra existencia personal y comunitaria.

Y es que Jesús se identifica con nosotros, con cada ser humano… Y quiere que acojamos a cada ser humano como si lo hiciéramos con Él, incluso en los gestos de amor más sencillos: «Quien dé a beber un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por su condición de discípulo, os aseguro que no quedará sin recompensa» (Mt 10,42).

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