domingo, 30 de octubre de 2016

Festividad de «Todos los Santos» - Mt 5,1-12a

Lugar de las Bienaventuranzas, Israel
En la solemnidad de «Todos los santos» la liturgia nos propone el texto de las «Bienaventuranzas», en el evangelio de Mateo. La Iglesia nos recuerda que el camino de la santidad pasa por la opción por los pobres, por los desconsolados, por los que sufren, etc. De ellos, afirma el evangelio, es el reino de los cielos. Más, aún, asevera que ellos son los «bienaventurados», los felices; implicando a toda la comunidad eclesial en que esta promesa se convierta en realidad aquí y ahora, sin esperar a la otra vida, donde se cumplirá en toda su plenitud. Pero ya es (en presente) de ellos el reino de los cielos; pueden ya estar «alegres y contentos», aunque la recompensa, su plenitud, todavía no es definitiva en esta vida.

La perspectiva que nos muestra el evangelio es bien distinta a la realidad que nos envuelve. Implica una forma de vida diversa: lo prioritario no es el tener, si no el ser; los importantes no son los ricos, famosos y poderosos, si no los que no tienen nada, los «machacados» por la vida, los que son capaces de padecer con el sufrimiento del prójimo, los que se empeñan en que vivamos en un mundo de paz. Los santos y las santas son aquellos que han puesto toda su vida al servicio del «plan de Dios» para la humanidad, resumido en el Sermón de la montaña.

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