martes, 10 de junio de 2014

Santísima Trinidad - Jn 3,16-18

«Tres personas distintas y un solo Dios verdadero»: así define la Iglesia la relación entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Pero, ¿qué me dice a mí, una persona del siglo XXI esta verdad tan complicada de entender?

Los textos de las lecturas de este domingo nos hablan de un «Dios compasivo y misericordioso» (primera lectura); un «Dios del amor y de la paz» (segunda lectura); un Dios que tanto nos ha amado que ha entregado a su Hijo único, por nuestra salvación (evangelio). La respuesta, lógicamente, está en la Palabra de Dios: Dios se define por ser amor, un amor activo, un amor sin límites, un amor entrañable, un amor incondicional…

La Trinidad divina es esencialmente amor. Amor donde está presente la diversidad: tres personas distintas; pero amor que une hasta el imposible, desde la perspectiva humana: un solo Dios. 

Esta realidad tan sublime invita a la comunidad eclesial a experimentarla en la medida de sus posibilidades: es posible vivir la unidad profunda, en la Iglesia y en la sociedad; sin confundirla nunca con la uniformidad. Nuestras diferencias han de enriquecernos, no ser motivo de conflictos. Pero esta unidad que respeta siempre al otro, a la otra, sólo puede nacer del amor, a imagen del Dios trinitario.

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