martes, 12 de marzo de 2013

Domingo V de Cuaresma - Jn 8,1-11


Con que facilidad estamos dispuestos a juzgar a los demás. ¡Cuántos defectos, vicios, fallos... tienen todos los que me rodean, cónyuge, vecinos, compañeros de trabajo...!  Y me quedo tan tranquilo/a con este pensamiento o murmuración.

Jesús nos tiene que recordar: El que esté sin pecado, que tire la primera piedra. Él, igual que en el evangelio del domingo anterior, nos muestra el camino del amor, bien diferente del de la crítica, la descalificación o, peor aún, el «machacar» al que ha errado.

Jesús, de la misma forma que el Padre del «hijo pródigo», acoge, ama, reconcilia, dignifica a quien ha fallado. No justifica el mal: Anda, y en adelante no peques más. Pero no condena ni humilla. Su forma de actuar está muy lejos de nuestra intransigencia con los defectos de los demás.

 Estamos, con frecuencia, prontos a acusar, a condenar, a ser intolerantes con los que no actúan según nuestros pautas. Por el contrario, no estaríamos tan dispuestos a que los demás hiciesen lo mismo con nosotros. El camino del Evangelio es bien distinto: sólo quien ama es capaz de entender al otro.

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