martes, 21 de junio de 2011

La Natividad de san Juan Bautista - Lc 1,57-66.80


El evangelista Lucas nos narra tanto el momento del nacimiento de Juan Bautista como los pocos días posteriores a este evento, cuando al llevarlo sus padres a circuncidar deben elegir nombre. La elección del nombre, en las culturas antiguas, es habitualmente el afán de subrayar lo que se espera del recién nacido. El nombre de Juan significa: Dios es benigno, es misericordioso. La vida de Juan Bautista debe mostrar precisamente este amor misericordioso de Dios hacia su pueblo. Sus padres quieren y esperan eso de él. Por eso cuando Zacarías reafirma el nombre del niño, su anterior mudez se transforma en un canto de bendición a Dios.

Isabel y Zacarías tienen claro que lo mejor que pueden esperar de su hijo es que su vida sea un reflejo del amor entrañable de Dios. El resto de cosas no es que no sean necesarias o importantes, pero están subordinadas a este bien mayor. Nosotros como creyentes en Jesús deberíamos revisar si en nuestras vidas, si en la educación de nuestros hijos e hijas, si entre nuestras prioridades lo primero es mostrar el amor de Dios, conscientes de que la auténtica felicidad, el verdadero sentido de la vida nace de esta convicción, transformada en una forma concreta de vivir, de existir.

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