jueves, 10 de febrero de 2011

Domingo VI del tiempo ordinario - Mt 5,17-37


Continuamos con el sermón de la montaña, un auténtico discurso programático de Jesús. En el fragmento que escuchamos (leemos) hoy afirmará que no ha venido a reemplazar lo que está escrito en el Antiguo Testamento (Moisés y los Profetas) sino a «darle su verdadero sentido», su sentido más pleno.

Por este motivo llena de contenido cada uno de los mandamientos que podemos leer en las Escrituras hebreas. El mandamiento «no matarás» no significa, no implica sólo la prohibición de quitar la vida a un semejante. Jesús va mucho más lejos: si me enojo contra mi hermano, si lo insulto, si lo humillo, si lo injurio… no estoy viviendo según el espíritu de la Palabra salvífica de Dios. Y es que aquel o aquella contra quien estoy actuando es mi hermano, es mi hermana, es hijo, hija de Dios. No es tan importante lo que está mandado o prohibido sino la actitud: la actitud de amor que es más fuerte que cualquier mandato.

Esa forma de actuar, de vivir condiciona toda mi religiosidad. Si no estoy dispuesto a perdonar, a amar, a respetar al otro, si no me reconcilio con mi hermano, con mi hermana (cada uno de mis semejantes) no puedo participar del culto eclesial, no puedo compartir la eucaristía. Por tanto he de ponerme en paz con mi hermano, dirá Jesús, antes de acercarme a dar culto a su Padre, a mi Padre, a Dios.

2 comentarios:

  1. Es que cuando amas, no hay carga pesada, todo es ligero y fácil de cumplir.

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  2. Justo lo que pienso yo, la palabra de Dios está llena de ejemplos

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