lunes, 12 de febrero de 2018

Miércoles de Ceniza - Mt 6,1-6.16-18

Ya estamos de nuevo en Cuaresma; el «miércoles de ceniza» es el inicio de este tiempo litúrgico fuerte. El evangelio de esta celebración nos habla de los tres pilares de la Cuaresma: la limosna, la oración y el ayuno. Ya el profeta Joel (primera lectura) nos recuerda que no se trata de unos actos exteriores, que pierden todo su sentido religioso sin una implicación existencial. El profeta habla de «rasgar el corazón», de conversión. El «corazón» en la Biblia es la sede de los sentimientos, pero también de las decisiones. Hay que cambiar el corazón, no cumplir unas normas externas; mudar nuestros sentimientos y nuestras decisiones.

Jesús, por su parte, predica que la limosna sea «en secreto», la oración «en lo escondido» y el ayuno «perfumándose la cabeza y lavándose la cara», o sea, sin que se sepa. A nosotros no nos gusta hacer las cosas así. Nos agrada que se enteren si hacemos algo bueno. Si estos actos a los que nos invita la Cuaresma no responden a unas actitudes internas, no tienen ningún valor, son fuegos fatuos. 

La oración responde a una necesidad de diálogo con Dios, es una respuesta a su Palabra. El ayuno voluntario nos puede ayudar a comprender que todo se lo debemos a Dios, y a reflexionar sobre tantas personas que pasan hambre y necesidad, que practican un ayuno obligado. La limosna responde a la reflexión anterior: compartir con quien no tiene los bienes que han sido creados por Dios para el bien común. 

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