Gruta de la Anunciación, Nazaret |
Hacemos
un paréntesis en la Cuaresma para celebrar la fiesta de la «Anunciación del
Señor». Nos recuerda y anticipa que dentro de nueve meses volveremos a conmemorar
el Nacimiento de Jesús; evocamos el momento de la Anunciación, el cuándo María
se queda embarazada de su hijo Jesús. El evangelio de Lucas es el que la liturgia
nos propone para recordar este evento.
La
escena de la Anunciación es de una belleza extrema. Pero, al mismo tiempo, de
una gran fuerza dramática. Es el diálogo entre Dios (significado por el ángel
Gabriel) y María. El plan amoroso del Señor para la humanidad se hace presente
de una manera crucial en esta escena. Pero, según el «estilo» de Dios, lo
llevará a cabo a través de un acto libre del ser humano. María es la mujer
elegida. Ella con su «sí» incondicional hará posible el acto de la Encarnación,
el inicio del período más intenso y nuclear del plan amoroso de Dios. Esta
etapa culminará, tendrá su momento álgido, en los acontecimientos a los que
estos días de Cuaresma apuntan: la muerte y la resurrección de Jesús. María,
mujer de fe, está presente, de una manera decisiva, en el inicio de este
acontecimiento. También estará presenta al pie de la cruz y en Pentecostés.
Cada uno
de nosotros y de nosotros estamos también llamados a participar libremente,
guardando las distancias, en este plan amoroso de Dios. Mi «sí», ¿también es sin
condiciones?
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