lunes, 13 de octubre de 2014

Domingo XXIX del tiempo ordinario, ciclo A - Mt 22,15-21

La escena que nos presenta el evangelio de este domingo no es inocente. La pregunta que hacen a Jesús sobre el pago del impuesto a Roma no busca la verdad sino comprometer a Jesús. Por eso Jesús les llama hipócritas. Cuanta hipocresía puede haber en nuestras preguntas e incluso en nuestras actitudes, cuando no buscamos la verdad y el bien sino el hundir, el ridiculizar al que tenemos enfrente, al que consideramos nuestro adversario. Jesús no soporta estas actitudes. Esta forma de actuar no es de los que dan «a Dios lo que es de Dios»

La respuesta de Jesús está en esta línea. Aquellos que le interpelan no les repugna llevar en el bolsillo monedas con la efigie del emperador, lo que facilita la réplica de Jesús: «pagad al César lo que es del César». Pero lo nuclear de la respuesta de Jesús está en la segunda parte: «a Dios lo que es de Dios». Nuestras vidas llevan grabadas la  imagen de Dios, y nuestra existencia ha de ser una respuesta a esta realidad. Le debemos a Dios la existencia, el sentido de nuestra vida, el amor entrañable que derrama sobre todos y cada uno de nosotros cada día, el don precioso de la fe, la salvación otorgada en Jesús, el reconocernos y ser hijos e hijas de Dios y, por tanto, hermanos de toda la humanidad… Dar a Dios lo que es de Dios es entrar en una dinámica bien distinta de la actitud hipócrita, que no busca ni la verdad ni el bien; es unirse a la forma de ser de Jesús y a su mensaje que acoge a todos.

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