Desierto de Judá |
En el evangelio de este domingo
Jesús aparece sometido al acoso del tentador. Las tres tentaciones narradas por
el evangelista corresponden a situaciones similares vividas por el pueblo de
Dios, por Israel. En todas ellas el pueblo escogido sucumbió a la tentación; no
así Jesús. La Palabra de Dios es el fundamento donde se apoya para no ceder a
las instigaciones. Nos recuerda que Dios no debe ser nunca utilizado para
provecho propio, buscando la solución fácil, sin esfuerzo personal, o lo
espectacular frente a lo sencillo y cotidiano, o poniendo otras cosas (fama,
reconocimiento, dinero, poder, etc.) en el lugar de Dios.
En la lectura asidua de la
Palabra de Dios descubrimos una escuela para la vida, unas historias para
vivir. Hallamos un Dios grande y poderoso, aunque la expresión que mejor le
define es Amor: es grande y poderoso amándonos. En dicha Palabra reconocemos el
plan de Dios para la Humanidad, en el que cada ser humano se revela como tal en
su dignidad y libertad, pero también en su responsabilidad; sin caer en tentaciones
que anulen o mengüen el designio amoroso divino. La tentación nos muestra una
realidad atractiva pero engañosa. Sólo el plan de Dios hace al ser humano
feliz, sólo éste responde a las expectativas más profundas de la persona.
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