Iglesia de la Anunciación, Nazaret |
El evangelista nos muestra a una mujer abierta al plan de
Dios; a la auténtica discípula capaz de ofrecer toda su existencia para que el
designio de Dios para la Humanidad sea una realidad; colaborando plenamente
para hacerlo posible. En esto consiste la grandeza de María: Dios ha querido la
colaboración humana para traer la salvación, la liberación de todos los hombres
y mujeres y se ha encontrado con el sí incondicional de María. «Para Dios no
hay nada imposible», pero Dios no quiere nunca hacer nada sin nuestra
cooperación: la de María es sin fisuras, sin condiciones.
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