La Palabra de Dios no es sólo un texto escrito, tiene un
rostro. Jesús, el Hijo de Dios, es la Palabra de Dios por antonomasia. Una
Palabra que desde el principio de la Creación ha entrado en diálogo con el ser
humano y que al final de los tiempos, en los que vivimos desde la encarnación
del Hijo de Dios, ha tomado forma humana. Ha querido compartir con nosotros
todo: nuestra carne, nuestros sufrimientos y nuestras alegrías, nuestros miedos
y nuestras esperanzas…, todo lo que es humano.
Él ha venido a nuestro mundo, a nuestra casa. Y corremos el
peligro de no conocerlo, de no recibirlo. Pero esta Palabra de Dios, que es
Jesús, nos ofrece la posibilidad de sentirnos y de ser hijos de Dios. Para
Dios-Padre ya lo somos, sólo falta que nosotros nos lo creamos, lo aceptemos,
seamos consecuentes con esa dignidad a la que somos llamados.
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