A Juan Bautista no
le preocupa el propio prestigio, ni la fama, sino la estricta voluntad de Dios,
el plan salvífico para la Humanidad. El bautismo de Juan es de arrepentimiento,
de conversión, de invitación a una nueva vida, de preparación. Pero el bautismo
que traerá Jesús será vida, acción del Espíritu Santo, fuego transformador de
las conciencias y de las personas.
La liturgia de estos
domingos nos invita a estar expectantes, esperanzados en que es posible una
nueva realidad, la inauguró Jesús, y eso es lo que vamos a celebrar en esta
Navidad, en cada Navidad. También nos implica, nos compromete en esta nueva
realidad, en participar en ella, en contribuir a hacerla posible.
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