Nosotros, comunidad cristiana, no podemos contagiarnos del
pesimismo ambiental: las dificultades, la crisis, el desaliento, el desánimo,
la alarma social… no pueden, no deben hacernos desfallecer, desilusionar. ¡No!
La llamada del evangelio es de esperanza, de ilusión, de empuje a hacer todo lo
que esté en nuestras manos para superar esta situación, no sólo pensando en
nosotros sino en los que nos rodean. Es tiempo de «remangarnos», de trabajar,
de construir una realidad diferente, un mundo mejor.
martes, 27 de noviembre de 2012
Domingo I de Adviento - Lc 21,25-28.34-36
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