Después de unas cuantas semanas escuchando el
capítulo 6 del evangelio de Juan, volvemos a Marcos, el evangelio principal del
ciclo litúrgico B, en este año.
El evangelista nos presenta una controversia entre
algunos fariseos y Jesús. En esta ocasión el tema es la impureza legal. Jesús
contrapone esta impureza a la que proviene de un corazón impuro. No es la
apariencia exterior, lo que haga ante los demás, lo que hace a un hombre o a
una mujer justos, es su actitud interior.
El tema, que será un lugar común en prácticamente
todos los profetas de la Biblia, es que no son los actos rituales los que nos
hacen mejores. Un culto que no responde a una forma de vivir es algo vacío,
fatuo.
El corazón, en la antropología bíblica, es el
lugar de las decisiones, además del de los sentimientos. Estas decisiones han
de nacer de un corazón puro, en el que no caben la injusticia, el fraude, el
mal, el pecado…, afirmará Jesús. Y todo esto es más importante que unas
practicas rituales, por muy buenas y muy santas que sean. La crítica profética
no es un rechazo del culto, nada más lejos; es subordinar el culto –algo bueno
y necesario– a la justicia y al bien.
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